Cartas recibidas



Del Dr. Fernando Pagés Larraya



“Dos maestros solían, cada viernes, estudiar el Sepher Yezirah y crear un ternero de tres años que luego aprovechaban para la cena” Senhedrin, 65,b.




Dado que los últimos fines de año le he infligido el castigo de mis libros, pensé al recibir su obra “El Ganador”, de la Editorial Vinciguerra, que usted tramaba una venganza perversa, conciliándola con un conjuro para liberarse de tan repetido castigo.

Emboscado en las sombras de la bodega del Café Tortoni, para alivio de mis miedos, escuché el comentario de Julia Chaktoura acerca de su libro, tan sobria y precisa, tan despojada del elogio vacío, que me concilió con la idea de leerlo, pero decidí hacerlo mediante una epoché housserliana de mi amor hacia usted y realizar una lectura crítica y perversa del libro. La vejez me ha tornado un lector hedonista y busco en los libros vencer el taedium vitae y la aridez de las horas, por eso esa lectura era para mí temible.

Empecé a leer “El Ganador” en el adviento de la primavera y he terminado su lectura en la tarde de ayer en la que retornaba a la ciudad de Buenos Aires luego de una peregrinación a la Iglesia de Santa Ana de Glew... En una página de su libro usted se auto califica como agnóstico (“Los agnósticos nos quedamos respetuosamente de pié”. Pág. 223), entonces sabrá de esas peregrinaciones de los que buscan a Dios por haberlo perdido.

Me pareció en el comienzo que debía hacer una lectura de escritorio, austera y triste, con la concentración que me imponía mi respeto hacia usted. Al cabo de algunas horas comprendí que usted escribía para liberarse de fantasmas en cuyo cortejo se sentía atrapado. Minervas locas surgían de sus brumas y salían ululantes para adueñarse traviesamente de mi espíritu. Poseído por el vértigo de su juego, me sorprendió en un insomnio de poseso la aparición del Presidente Honorario de la Biblioteca y Filmoteca Rizzoti, de la página 67.

Deslumbrado por su genio lúdico y travieso puse el Libro en la mesa de luz para integrarlo en el cortejo de monstruos y portentos que habitan en mis pesadillas. Llegué la tercera noche al apolillo de la página 99 en un amanecer en el que Noemí afirmó por teléfono a mi hija menor, Bernardita, que yo ocupaba mis noches en reírme como un orate.

Ayer, cuando terminé la lectura del Libro, con más dudas teológicas que su Obispo de la página 237... y tal vez que usted, sentí una enorme emoción de ser amigo de tan genial escritor.

Un abrazo,

Fernando Pagés Larraya
Buenos Aires, 22 de septiembre de 1997

Del Prof. Raúl Usanza



Estimado José María:


Creo que las palabras de Julia Chaktoura en la contratapa del Libro acercan en parte a la intencionalidad de la obra. Yo no hago crítica literaria; soy lector apenas y en las mañanas, muy temprano, también juego a garrapatear ideas en un papel.

Con relación a tu obra te diré que me gusta, pero mi intención en estas líneas es subrayar algunos aspectos que quizá miran más a tus cualidades personales que a la obra misma.

El género elegido lo considero el más difícil. La perspectiva humorística en toda la historia de la literatura es harto escasa. Es indudable que tenés talento humorístico, por eso, expresarte en ese género me parece todo un acierto, pero lo que más me gusta de toda la obra es la pintura de costumbres, de situaciones, que van más allá del humor y ponen la pincelada poética que puede ser conmovedora.

Lo más estupendo de toda la lectura me pareció la visita del capitulo octavo “El sur o el corazón abierto”. Una pintura llena de humanidad, de fina observación social, de profundo calor humano (“los perros, almitas del suburbio” es sencillamente de antología).

Creo que por ahí abusás de tu capacidad de crear situaciones. Con el material de “el Ganador” se podrían hacer varios libros. A mí, personalmente, me gustaría más descripción o análisis social y psicológico, sin perder lo humorístico, pues eso te sale del alma. Hay un enorme vacío del humor, necesario no sólo para la distensión, sino porque forma parte ineludible de la realidad.

Me has hecho reír, José María. La escena de los pibes en la cancha con sus perros de cara al público, es también de antología.

Seguí creando, vale la pena. Un abrazo,

Raúl Usanza
Las Chacras, 25 de septiembre de 1997

Del Dr. Carlos Colotta



Estimadísimo José María:


Vuelve Ud. a mostrar en “El Difunto Correo” la misma jocunda tendencia a la “risa permanente” que hiciera gala en “El Ganador” y que me hace leer su obra con una permanente sonrisa en los labios.

Cuando un escritor decide, como Ud., tomar la vía de lo que en arte se llama “la carcajada homérica”, es decir, reírse de todo y de todos (incluso los lectores) parece, entonces, poco conducente intentar un encasillamiento estilístico de su obra, lo que podría resultar acartonado y engoladamente seudo académico.

Pero hay características propias en esta obra, que merecen señalarse: primero el escenario en el que transcurre su novela, argentino en particular, pero muy sudamericano en general. Segundo la tendencia típicamente latinoamericana, de desmitificar lo histórico, dándole un carácter livianamente iconoclasta en su permanente sonrisa ácida y de aparente inocencia. Tercero, el abigarrado concurso de personajes en los que se mezcla con mucha gracia lo real con lo irreal; lo fantasmal con lo que no lo es; el mítico pasado con la más rotunda actualidad (inclusive en la jerga usada). Todo este caleidoscopio tan colorido es característico de un período reciente de la literatura sudamericana, el inefable “realismo mágico”, cuyas maravillosas cumbres conoce Ud. perfectamente bien, y al que su obra eventualmente podría adscribirse, con esa cálida gracia imaginativa que lo posee.

Amigo: hace muy bien en sonreír siempre. Ya ha dicho el inmortal Virgilio en una de sus encantadoras églogas que “el hombre que no sonríe no merece sentarse en el banquete de los dioses, ni acostarse en el lecho de las diosas”. Cumpla Usted con Virgilio, entonces, ya que en eso va la vida verdadera.

Felicitaciones y un abrazo de

Carlos Colotta
Buenos aires, 17 de noviembre de 1998

Carta del Dr. Alejandro Luis Rocca



De mi consideración:


Quiero expresarle en estas breves líneas la rapidez de mi último viaje a Mar del Plata. Después de la consabida partida de Constitución y previa lectura de las “muy buenas noticias” a que nos tienen acostumbrados los diarios, desde Chascomús me acompañó “El Difunto Correo”, hasta que mi señora me dijo: “Alex, mira que estamos llegando...”. Respondí: ¿Ya?!

Nunca me pareció tan corto el viaje; ni me di cuenta cuando pasamos por Dolores, que es mi punto señalado para saber que estamos a mitad del viaje. Lo terminé de leer frente a la extensa playa y el mar.

En fin, la lectura de su libro me hizo pasar unas cuantas horas muy agradables. Hago votos que con su buen humor e imaginación, nos deleite muy pronto con otro “Difunto”.

Felicitaciones y un cordial y afectuoso saludo.

Alejandro Luis Rocca
Buenos Aires, 27 de noviembre de 1998

Carta del Prof. Raúl Usanza



Estimado José María:


Después de darle muchas vueltas a tus libros, percibiendo que había algo que necesitaba descubrir, caí en la cuenta de que la cuestión puede ser ésta: ”Estilo y Género Literario”.

Tengo la sensación de que el género literario elegido no se corresponde del todo con tu estilo. El estilo en definitiva sos vos mismo. No se cambia, no se inventa. No se decide. Evoluciona como la vida de cada uno. Tu estilo es ágil, brillante, con frecuencia chispeante. Se parece a un reguero de pólvora encendido, despierta la hilaridad, entretiene, etc., etc. Pero ese estilo tan vital, expresado en un género como la novela, se diluye en parte. Lo que debiera ser un punto final se transforma en un punto y seguido que no da tregua, que sigue y sigue, provocando un cierto desconcierto. Se me ocurre que el cuento, la narración breve se adecuaría mejor a tu estilo.

Estas son puras ocurrencias que no tienen por objeto crítica alguna, sino un comentario que surge de la percepción de una gran riqueza creativa, que busca la mejor forma de expresarse. Ni que decir que también se me ocurren el teatro y los guiones televisivos y cinematográficos como géneros muy posibles a tus condiciones.

Un abrazo,

Raúl Usanza
Lobos, 8 de enero de 1999

Carta de la Sra. Juanita Caballero



José María:


Hace pocos días finalicé una lectura bien a fondo del “El Invento Argentino”. Me retrasé, pero ocurre que yo alterno mis berretines literarios con las cacerolas, el pago de los impuestos, problemas del Consorcio, la Asociación de Fomento, el Churruca, etc.

Paso a hacerte un comentario de alguno de tus relatos, los que se leen con una permanente sonrisa, que de repente –como me ocurrió a las dos de la mañana- se transforma en una carcajada, que lamentablemente, para mí, no despertó a nadie.

TRES PADRINOS: “...Lo primero que vi cuando pude abrir los ojos fue a la vieja, que seguro que para mostrarme que la vida es medio complicada, lloraba con la mejor de las sonrisas...”
Vino a mi memoria, cuando ya recibida de obstétrica, me desempeñaba en la Seccional 17° de la Policía, un Cabo me preguntó qué tenía que hacer si tenía que intervenir en un parto en la vía pública. Yo lo instruí como mejor pude: que llamara a la Asistencia Pública, que le hablara a la parturienta, que ahuyentara a los curiosos y que, si ya había roto la bolsa y el Servicio Médico no aparecía, con un método persuasivo (la nueve milímetros en alto), parara un coche y la trasladara al hospital más cercano. Justo al mes, una mujer que iba al Hospital Rivadavia con un embarazo a término, no pudo continuar, y las contracciones la obligaron a recostarse en un zaguán... Y ese mismo representante del orden, que precisamente se dirigía a tomar servicio, tuvo que auxiliarla. De las indicaciones que le di –luego me contó- que lo que más le agradeció la mujer fueron sus palabras que tanto la tranquilizaron.¿Te das cuenta, José María, del poder de las palabras y la intención con que se pronuncian?

SEÑORITA... ¿PUEDO IR AL BAÑO?: “...Esas viejas iban a esperar sentadas que tirase la toalla”
Y... sí, un tipo es capaz de quedar todo estrolado, antes de decir que no da más, y no solamente en el gimnasio, sino en un ámbito más riesgoso.

EL INVENTO ARGENTINO: “...Como veo que la solución está cerca, el Juzgado invita a las partes a una picada reflexiva y conciliatoria, en el bar de la esquina”:
¡Vos sí que la sabés lunga, José María! Siempre vigente aquello de “primo mangiare e doppo filosofare”.

ALBINO Y PAJARO AZUL: “...Le sugiero que hagamos Patria, Concejal: Si Usted se pone con la pintura, yo corro con la mano de obra”.
Desde el 1° de abril de 1961 en que ingresé en la Benemérita, las cosas siguen igual.

PATRIA HAY UNA SOLA: “... ¡Como tú, tu madre, tu abuela y tu putísima reina!
De repente, lo vi resucitado a mi viejo, antimonárquico y librepensador.

EL ARTE DE BUENA GUERRA:
“Art. 5°... Porque nosotras, las madamas, antes de llegar a directoras técnicas transpiramos la camiseta del club... No está de más decirte, que nadie mejor que nosotras para administrar el diezmo policial...”
De acuerdo a las últimas informaciones, al diezmo se le anexiona el trueque, claro que en casos muy especiales.
“Art. 6° ... Por eso escuchá bien lo que te digo: tomate en serio el amor y nunca lo compres ni lo vendas. El corazón es tuyo.” ¡Qué gol olímpico te mandaste, José María!
“Art. 9° ... Es hora que le digas al fulano que: o te da la libreta o se va de la pieza... Y si esto no funciona, es tiempo de pensar en otras alternativas. Una clásica, es estudiar de madama.”
Respecto a este capítulo, te cuento, José María, que la semana pasada viajaba en el 102 y pasando las páginas, no me di cuenta que sonreía, al punto que el tipo que estaba sentado a mi lado me preguntó: “Disculpe, señora, qué es lo que está leyendo?” Lo miré, era un pibe como de 20 años. Con una mirada maternal le respondí: “Son los cuentos de Perrault trasladados al tiempo actual, pero en la Argentina”.
“Art. 10°... Muchas ven como enemigas a las señoras de nuestros clientes. Para mí no es así. Más de un matrimonio ha subsistido por las costillas de una, y más de una cuarentena de embarazo llegó a feliz término porque una se bancó lo de la soledad del muchacho, sin exigir más que el precio de plaza, sin extra por terapia y aguante por escuchar las virtudes de la otra, pobrecita”.
Es una verdad de a puño que me hizo recordar cuando una vez, una pobre tipa que sobrellevaba una situación así y que ya se había bancado tres partos “de la otra”, mientras me contaba, lloraba a moco tendido. Me dio tanta bronca que le sugerí: “Pero decime ¿porqué a ese turro no lo mandás a la rep...m... que lo p....?”. Indignadísima me espetó: ¡Cómo se ve que no querés a nadie!

FABULITA: “Hacía mucho que Luis M. No leía un cuento. Más aún, no se acordaba si era él o su mujer quien se los leía a sus hijos cuando eran chicos. Como un eco lejano escuchó en su interior: “déjenló a papi que está muy cansado. Ahora mami va a taparlos y a leerles un cuentito”. Ahuyentó el recuerdo y tomó el libro que le daba Marita”
¡La pucha, José María, qué golpe me encajaste! Retrocedí más de setenta años atrás y la vi a mi vieja, contándome un cuentito a la noche.

José María: Carezco de conocimientos para hacer una crítica literaria. Solamente puedo decir si lo que leo me deja algo, o se me olvida de inmediato.
Respecto a tu Invento Argentino, creo notar una evolución o un cambio, porque esa sonrisa o carcajada con la que siempre leí tus obras, de pronto se transformó en el sentimiento de que “algo nos ha llegado muy adentro”. Y esto es lo que me ha ocurrido a mí.

Te quiere, tu vieja “gomía”,

Juanita Caballero
Diciembre 4 de 2003

Carta del Sr. Clemente López



Querido José María:


Ando como loco desesperado. Recorrí todas las provincias, visité las farmacias una por una, ni te cuento las de Capital. Ando en busca del farmacéutico Jorge Arturo Balandra. El susodicho seguro viajó al extranjero a patentar su fórmula, pero debe haber guardado para sí alguna reserva y no lo va a declarar.

Te confieso que en el subsuelo de mi negocio (queda más bien que sótano) instalé un pequeño laboratorio, practiqué con todos los componentes de la fórmula, pero con resultado negativo (-), aún después de agregar algo más como pasta de maní crudo, cola de quirquincho molida, dos o tres cucharaditas de comino y dos ajitos.

Te ruego, te suplico, José María, -no me lo vas a negar- decile al farmacéutico Balandra que tenés un amigo mayor, que necesita 100 o 200 gramos, con eso alcanza. Está viajando y pronto llegará a tocar el arpa. Que te cobre lo que sea; me hago cargo de ello. Cuando lo tengas mandame un mail y lo voy a buscar.

José María:

Qué hermoso y halagüeño debe ser para ti recibir muchas felicitaciones de personas intelectuales, escritores y demás universitarios, pero el mayor halago es recibirlo de personas simples, sin Bachiller ni Universidad, que valoran tus obras y quedan atrapados de ellas; y como yo, aprecian tu imaginación, capacidad e intelecto y quedan admirados.

Tus libros son un deleite para mi espíritu. Con mucho cariño,

Clemente López
Buenos aires, agosto de 2004

Parte de la Carta De Marita Enriori



SANTA ABADÍA TIMOTENSE
DE LOS SANTOS EUCALIPTUS Y DEMAS YERBAS


A los y picos Dies Natalis Invicti Solis (léase día del nacimiento del sol invicto) Yo, la abadesa Marieta de Timote, al gran Copista Mayor, novicio menor, José María de los Corazones Cruzados.

La Gran Abadesa mayor y sus hermanas y primas de religión, bajo el amparo de la Santísima Madre y los doce, y a instancias de la sabia y adelantadísima Hildelejos, sobrina de la otra Hildedelmásallá, desde la distancia, le hace llegar este pequeño obsequio (botellita), guardado como una de las más preciadas reliquias del convento y sus alrededores. En prueba de paz y acercamiento entre estas dos grandes órdenes, que codo a codo y palabras van y palabras vienen, dejaron sus osamentas a lo largo de este globo de los llamados terráqueos.

Estimado copista mayor, por su gran trayectoria y ser tan versado en Orígenes, Maimónides, Averroes, Apolonio de Tiana, Ibn Geb Ber (mucho, no?), Bernardo Gui (cruz diablo), Barbarroja, San Antonio, el Grande; por su viaje a Milán, pernoctar en la iglesia de San Eustorgio, para beber la ginebrita (versión timotense del acquavit helado) detrás del altar de San Olaf III...

Por lo expuesto, decidimos en santa comunión: Hacerle llegar esta pequeña reliquia guardada por muchos años, que digo, por siglos, en el convento ya mencionado, bajo fórmulas supersecretas, con hierbas que sólo nacen en esa región bendita, pisada y machacada por animales benditos, en un lugar ignoto de Timote, donde las brujas mayores y las menores (ya tienen nombre propio), en noche de luna llena, y en una danza del sabbat gauchesco, a los gritos pelados y espuela va y rebenque viene, llaman a su dios Pincén, que se aparece en su hermoso corcel Malacate (de ahí salió después, eso de que cuando sale la luna aparece el bravo Zorro, Zorro...) Y así, entre relinchos, ahijunas y danzas chamameceras, nace la fórmula para realizar esta reliquia de reliquias, que nada que ver con la de los hermanos de Milán, que seguro sería la receta de la milanesa...

...Y para que no se pierda esta fórmula maldita y bendita, según la óptica del pobre Roger B. Se manda copiar por nuestro copista mayor, el hermano Xerox ...Esta fórmula se encuentra en el libro titulado “Opus Maius” dentro de los “Librorum Prohibitorum” en nuestra biblioteca conventual, que lleva el nombre con letras doradas de

“MAELLES MALEFICARUM”
En castellano: “El martillo de las brujas”

Léase y guárdese por los siglos de los siglos. Amén
Yo, la Mejor y Él, el copista mayor.

Nota del editor: La autora, sin ánimo de cometer plagio, ferviente admiradora del estilo del genial escritor argentino José María Fernández Alara, ha intentado una versión libre basada en la novela de dicho autor, titulada “Yo, el Copista”. Edit. Vinciguerra – 2006.

Marita Enriori
Diciembre 2006

Del Dr. Alberto Sanguinetti



Estimado José María:


Hace pocas semanas atrás, me llegó por correo un sobre que contenía aparentemente una publicación. Me extrañó, pues su formato era totalmente distinto en tamaño e impresión con relación a las que recibo casi todas las semanas del exterior, y que se refieren a mi especialidad.

Lo abrí muy intrigado, y me encontré con un libro (Yo, el copista) de tu autoría. Llegó en un momento justo, pues tres días mas tarde me iba de vacaciones, por lo que lo agregué a otros tres libros que había seleccionado previamente.

Ya instalado, como la curiosidad me sobrepasó, tu libro fue el primero que leí. Tu historia me llevó a un lugar y a una época desconocida para mí. Contiene una serie de datos históricos reales insertados en esta narración atrapante, de menor a mayor, a medida que avanzaba su lectura.

Me encuentro asimilado a algunos puntos en particular, como en lo referente a la actuación de los galenos, en donde subrayé algunas de sus famosas frases, que aún hoy en día siguen teniendo vigencia. Ni hablar cuando se menciona “¡Malditos sean los xeneises!”, pues mis padres, todos mis abuelos, bisabuelos y demás ancestros eran genoveses (hecho que me consta, pues en la casa de uno de mis abuelos se encuentra el árbol genealógico). Vaya a saber si alguno de estos formaron parte de esos malditos.

El copista merece una mención especial. Con una actuación de primera figura teatral y algunos comentarios desopilantes, mueve a la risa en el momento menos esperado, por lo que le otorga a esta historia un agregado muy original. En fin, su atenta lectura, que comenzó el mismo día que llegué, terminó dos días más tarde, a las cinco de la mañana. Con decirte que en ese lapso de tiempo no leí diarios (que es otra de mis debilidades). Este libro me resultó muy particular, pues en la narración de las penurias sufridas por sus actores, siempre hubo cabida para la sonrisa.

No hay nada mejor para un lector, que sin conocer previamente el contenido de lo que va a leer, termina convirtiéndose en un espectador virtual de una historia impensada, ocurrida varios siglos atrás, y con varias pinceladas en donde personalmente me considero incluido.

Te felicito y admiro por el hecho de haber imaginado y posteriormente dado forma al contenido de este libro. Honestamente, es una gracia de Dios poseer esa virtud.

Desde ya muy agradecido por honrarme con el envío de un ejemplar de tu libro, y además, justo en el mejor momento. Tu lector:

Alberto Sanguinetti
Buenos Aires, 21 de diciembre de 2006

Del Sr. Embajador Gunnar H. Lindeman
Real Embajada de Noruega en la Argentina



Estimado Sr. Fernández Alara:


Tengo el gusto de acusar recibo de su amable carta y hacerle llegar las expresiones de mi agradecimiento por su libro Yo, el Copista, que usted tuvo la gentileza de enviar, y si bien no he tenido el gusto de leerlo completamente, sí he podido robar unos momentos para disfrutar algunos pasajes.

Al mismo tiempo, confieso que no tenía conocimiento de que Borges habría visitado la ciudad de Trondheim, ni de los manuscritos que le habrían obsequiado los dominicos de allí. Todo ello me pareció muy interesante para difundir a un público más amplio, por lo que deseo publicar esta información y a la vez mencionar su libro en la página web de esta representación diplomática. Estoy seguro de que también le interesará a muchos admiradores y estudiosos de la obra de Borges.

Con este motivo aprovecho para enviarle un saludo muy cordial.

Gunnar H. Lindeman, Embajador de Noruega
12 de Febrero de 2007

Carta del Dr. Fernando Pagés Larraya



Querido amigo:


Como verá he transpuesto la página 14 de su libro “... Y comienzo con la Crónica. En primer lugar, siguiendo el consejo de Heródoto, es necesario que ubique al lector en el tiempo y en el espacio. Ya sé que seguramente nadie lea estas páginas, pero eso no quita hacer las cosas bien. Además, seguramente yo me voy a leer”.

Advierto así algunos topoi que ordenan su Crónica :

Su trama transcurre en sitios hiperbóreos en los que anidan misterios y trata los grandes temas de la cultura medieval de manera muy correcta, con sencillez y encanto.

Su libro es un infolio arcaico adecuado al desenfado de un Copista: un verdadero acierto del editor de su obra.

Un anciano como yo, con un pobre latín de colegio nacional y algunas breves y desordenadas lecciones de curioso impertinente hechas en la Universidad de Buenos Aires, se regocija en su lectura en la que el latín aparece escrito de manera ágil, adecuada y ocultamente poética.

Hay en su escrito sentencias que no debemos olvidar, por ejemplo el Magíster Juan de Nápoles, aún sin ser doctor de la Iglesia nos une a los bárbaros, seres míseros y balbucientes, inferiores en su comunicación a las hienas de Plinio, cuyo único error es imitar la lengua de los Hombres... Y Olaf Calamitas que juega con el fuego a quemar los libros sagrados.

No obstante la sabiduría de esos maestros, han de aportar tenaces y complejas escrituras, ya que trasponiendo sus juegos de escepticismo, componen los libros de las sentencias de Pedro Lombardo que escribió de manera muy sabia y compleja siguiendo buenamente a Proclo, autor de una teología platónica.

Siento que la lectura de los padres va iluminando su escritura: En el Enchiridion Patristicorum de Rouet de Jornal, hace llegar la literatura de los padres hasta la muerte de Isidoro de Sevilla en el 639. Felizmente condesciende prolongarla hasta la muerte de San Bernardo en 1153...

Cierto temor surgió de su tratamiento, tan sencillo como profundo de las alegorías de las sagradas escrituras de San Isidoro, expuestas en los Mysteriorum Expositionem Sacramentorum... ya que era mi deseo que usted siguiera con la exposición de sus peregrinos, tan graciosa y cierta, por la Temprana, Alta y Baja Edad Media.

En la Sala Cervantes de la Biblioteca Nacional de Madrid, y en la del Escorial, me pasaba el día maravillado por la tarea de los Copistas, en las miniaturas de libros foliados y en sagrados palimpsestos. Me impresionó por ello su inspiración de haber escrito con sabiduría singular un libro que tratara ese tema.

Usted es esencialmente un ironista brillante y practica ese arte de manera espontánea, con sencillez retórica... En este libro más que en los anteriores se advierte esa virtud que algunos juzgan como dolorosa y melancólica.

“La que me impresionó más fue Hildegarda de Bingen. Una dotada. Compuso música, escribió de medicina, decoró sus manuscritos y... ¡Descubrió que el lúpulo conserva mejor la cerveza! ¡Les hice jurar a todos que el próximo brindis sería para ella!”

Su juego erudito con la alquimia y el specularis lapis, y otras inquisiciones, como las del jardinero y los arcángeles de oro, me hicieron transcurrir de lo fantástico a lo maravilloso.

Su admiración por Rogerio Bacon, franciscano y la condición de su copista de servidor dominicano, lo hacen tratar con sutil crítica el conflicto de las confesiones apoyándose en la sabiduría del oxoniense y profesor en París.

Me ha conmovido, por cierto, su cultura en materia de dragones... Aunque como Paulus Romanus (y usted), tan sólo crea en el Dragón Sangriento del Apocalipsis.

Sus pocos párrafos sobre herejías y la papisa Juana, me revelaron su capacidad abreviar sin omitir nada en una extensísima y controvertida bibliografía erudita.

No basta esta advertencia para mencionarle el placer que viví leyendo sus juglarescos discursos sobre la caballería medieval.

La Quinta Parte de su libro, “Melgarejus Sanat”, es tal vez la más cercana a mi saber con su descripción de las pestes, la melancolía y el opium christi, la locura de Demócrito y las cartas abderitanas de Hipócrates, que aparecen resumidas de fuentes desusadas y para mí desconocidas... Todo ello tratado con esa sencillez que caracteriza toda su obra, no obstante el infinito que convoca el tema de su libro.

He terminado hoy la lectura de “Yo, el Copista”. Como me ha ocurrido muy pocas veces he sentido una enorme tristeza al concluirlo.

Como el rey de su obra, creo que sus personajes son en verdad sanadores... al menos me han aplazado unos días mi tenaz melancolía.

Un abrazo.

Fernando Pagés Larraya
Buenos Aires, 1° de marzo de 2007

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